dilluns, 18 de maig del 2009

Treinta años con una rueda en la frente


Fue una simple pelea infantil, un juego de niños que acabó con Sonsoles lanzándole un coche de juguete a su hermano Javier, de tres años. El deportivo rojo en miniatura atravesó el salón de los abuelos hasta que la frente del pequeño lo frenó en seco. El suceso se saldó con unas pocas lágrimas, una herida... y una rueda incrustada en la cabeza que ha permanecido ahí durante tres décadas, hasta que hace un mes Javier decidió sacársela.

"La herida se cerró y la rueda quedó dentro, pero nunca me molestó ni nada", explica el protagonista a elmundo.es. "En realidad no supimos que la tenía hasta que cumplí 15 años y el dentista, que me hizo unas radiografías de la cabeza para verme la boca, descubrió un puntito, algo que él consideró que era un perdigonazo, dado que sabía que yo en esa época iba de caza con mi padre". Sin embargo, haciendo memoria él y su familia recordaron el accidente con el coche de juguete y su actuación como 'parachoques' humano.
Pese al sorprendente hallazgo, nadie le dio demasiada importancia. En realidad, lo único que denotaba la presencia de la rueda era un bultito, una especie de grano permanente. "Como no dolía y siempre me han dado mucho miedo los quirófanos decidí dejarla donde estaba", dice Javier, que en la actualidad se dedica a la edición de vídeos. El problema llegó hace unos meses, "que empecé a hacer deporte y a adelgazar y el 'chichón' comenzó a notarse demasiado. Por eso, por una cuestión estética, he optado por quitármela", declara.
"Es uno de los casos más extraños que he visto", confirma Juan Pedro Abaurrea, jefe de Cirugía Plástica del Hospital Virgen Macarena de Sevilla y encargado de extraer la rueda mediante una sencilla intervención que sólo requirió anestesia local. Este especialista afirma que "la presencia de cuerpos extraños por impactos o traumatismos es algo que se da con bastante frecuencia, más de lo que la gente pudiera pensar.


La rueda que extrajeron los cirujanos de la frente de Javier (Foto: A.C.)
Sobre todo es muy común encontrar balas o perdigones entre los aficionados a las cacerías o distintos utensilios en personas que trabajan como herreros o carpinteros". Abaurrea reconoce que la rueda podría haber estado toda la vida con Javier "porque el organismo creó una especie de cápsula para envolverla y que no diera problemas".
Más complicaciones causó a una enfermera madrileña el clavo que tenía incrustado en el talón, tan dentro que era invisible para el ojo humano, y que tras muchos meses de médico en médico se descubrió qué era el responsable de sus dolores de espalda. También sufrió lo suyo un joven portugués con una bolsa de pipas con cáscara en el estómago, un caso que le tocó atender a Tamara Pablos en su última guardia como médico residente de Urgencias del Hospital Juan Canalejo de Coruña. "El chico se había tragado una bolsa entera de pipas, pero sin pelar. En la radiografía sólo se veía que estaba estreñido y como él no se explicaba bien en español tardamos un poco en dar con el problema", recuerda esta futura neuróloga.
Ella y el resto de galenos consultados indican que los casos vistos en las series de televisión, como el del hombre que llegó al Hospital Seattle Grace de 'Anatomía de Grey' con cabezas de Barbie en el estómago o el episodio en el que a Homer Simpson le extraen un lápiz del cerebro son más reales que ficticios. De hecho, a imagen y semejanza de Homer, en 2007 a una mujer de 57 años también le quitaron un lápiz de la cabeza que le provocaba jaquecas y hemorragias nasales, según informó la prensa germana, mientras que el mismo año a Ben Czislowki, un jugador australiano de rugby, le sacaron un diente que tenía incrustado encima de las cejas y que pertenecía a un jugador de un equipo rival.
El baúl interno
Los cuerpos extraños que se pueden encontrar en el organismo son muy variados. La clasificación médica más extendida divide estos objetos, en función del material del que estén hechos, en cuatro clases: metálicos, vegetales (madera, trozos de ropa...), animales (huesos, espinas...), y vidrios. En cuanto a las formas más comunes por las que llegan al cuerpo destacan la ingestión, la inserción de los mismos por las diversas cavidades (nariz, oídos, vagina...) o la introducción a través de heridas y traumatismos.
Tim B. Hunter y Mihra Taljanovic, radiólogos de la Universidad de Arizona (EEUU) han realizado una investigación sobre el tema, publicada en la revista 'Radiographics', en la que recogen que las ingestiones e inserciones de objetos se dan, sobre todo, en cuatro tipo de pacientes: niños menores de cinco años (que registran el 80% de todos estos episodios), personas con alguna enfermedad o discapacidad mental, adultos con ciertos comportamientos sexuales (capaces de introducirse por la vagina o el ano los más variopintos artilugios) y personas con algún problema circunstancial en un momento dado.
Según explica el doctor Carlos Maluenda, de la Unidad de Gastroenterología y Nutrición del Hospital Clínico San Carlos de Madrid, "en el ránking de objetos que más se traga la gente figuran, en primera posición, las monedas, seguidas por los alfileres, las agujas o las canicas". Sin olvidar "las pilas, los botones, las lentejas e, incluso, todo tipo de insectos". Pero, curiosamente, estos cuerpos extraños no tienen consecuencias graves para el paciente. "Las cosas que se ingieren suelen expulsarse de forma natural a través de las heces. Sólo en el caso de que se quede atascado en el esófago o si los objetos son tan punzantes que pueden perforar alguna zona del aparato digestivo o son tóxicos, como las pilas de botón, se complicaría la salud del afectado", señala este experto que, sin embargo, reconoce que "estas situaciones son poco habituales".
Un museo en el quirófano
Pero si hay cuerpos extraños que permanecen en el imaginario colectivo, gracias en parte a los muchos comentarios que generan en los pasillos de los hospitales, son los que se insertan en la vagina o en el ano para obtener algún placer sexual. Más allá de las leyendas que corren de boca en boca, la mayoría de los estudiantes de Medicina que han pasado una temporada en Urgencias han vivido en primera persona uno de estos casos. Entre los objetos más vistos se encuentran botellas y aerosoles de todos los tamaños. Y, entre los más sorprendentes, un bote de leche condensada y diversas frutas.
"En el departamento de cirugía hay una especie de museo en el que conservan en tarros las cosas más raras que han extraído del cuerpo de los pacientes", afirma Tamara Pablos, que conoce el 'museo' del centro coruñés en el que hacía la residencia, pero que también sabe de la existencia de otras 'exposiciones' en distintos hospitales españoles. "A mí lo que más me llamó la atención fue una bujía que se había metido un hombre por el ano", señala.
Junto a todos los elementos mencionados, también existen otros que llegan al organismo por una causa ajena al individuo. Se trata de los utensilios de material quirúrgico -gasas, compresas...- que olvidan los cirujanos tras una intervención. No obstante, estos descuidos se producen en escasas ocasiones.