dimarts, 2 de novembre del 2010

'Con tres años fue el primer trasplantado de intestino'

Acostumbrados como estamos a celebrar los éxitos de los trasplantes en España, rara vez nos paramos a pensar en aquel momento en el que un equipo médico se enfrentó a la responsabilidad de trasplantar un determinado órgano por primera vez. "El de intestino siempre ha sido un caso especial –explica el doctor Manuel López Santamaría, jefe de la Unidad de Trasplantes Digestivos Infantiles del Hospital Universitario La Paz de Madrid–. Mientras que en los 50 y 60 se habían comenzado a trasplantar con éxito riñón, corazón, pulmón, hígado o páncreas, todavía en los años 80 se creía que el intestino era un órgano prohibido para el trasplante, pues tiene mucho tejido linfoide, lo que propicia las complicaciones inmunológicas, y está colonizado por gérmenes que pueden pasar hacia el organismo y producir infecciones. Pero se consiguió aprender a superar estas complicaciones y en 1989 se realizó el primer trasplante con éxito en el mundo".


Diez años después, en 1999, un niño de tres años sería el primer candidato en España. "Tenía una displasia microvellositaria que le impedía absorber los nutrientes y le producía una situación de fracaso intestinal. Desde su nacimiento dependía de nutrición parenteral, es decir, sólo se le podía alimentar por vía endovenosa", expone el especialista. Había un problema añadido, y era que, con el paso del tiempo, se le habían ido trombosando las vías utilizadas para infundir esta nutrición. "El niño dependía de la nutrición parenteral para alimentarse e hidratarse, pero cada vez era más y más difícil dársela porque carecía de vías. La única salida era el trasplante".

Cuando el pequeño perdió todos los accesos venosos –sólo tenía una vía central accesible, obtenida por punción directa en la vena cava superior– y se convirtió en candidato a trasplante de intestino. Se le trasladó a La Paz, pues este hospital era en ese momento el único acreditado para este tipo de intervención. "Venía del Hospital Ramón y Cajal, en donde había estado ingresado desde el periodo neonatal. Tuvimos que esperar a encontrar el donante idóneo, algo complicado, pues no abundan los donantes pediátricos".

Finalmente, en la madrugada del 20 al 21 de octubre surgió un donante de edad y peso adecuado. "Nos dispusimos a realizar el trasplante, en el que también colaboró el equipo del Ramón y Cajal. Visto con la perspectiva de hoy, cuando ya tenemos una amplia experiencia en trasplantes mucho más complejos, la intervención no era excesivamente difícil. Pero hay que situarse en el contexto: no se había hecho nunca en España y, pese a que habíamos salido fuera a aprender tanto la técnica como el manejo de las complicaciones, y a que lo habíamos ensayado de forma experimental, estábamos expectantes por cómo saldría".

La intervención fue un éxito. Pero venía lo más difícil: el posoperatorio. «Es ahí donde suelen aparecer las complicaciones. La situación más temida, el rechazo refractario a cualquier tratamiento, puede producirse en cualquier momento. Es un sinvivir. Pero tuvimos la suerte del principiante y fue un posoperatorio tranquilo».

Pocas semanas después, se le empezó a alimentar por sonda nasogástrica y, finalmente, el pequeño pudo llevarse comida a la boca por primera vez. "Hoy, 11 años después, tiene que tener un control médico y tomar medicación inmunosupresora, como todos los trasplantados, pero su vida es la de un niño normal".