Una atmósfera luminosa recibe al visitante. Grandes ventanales, sillas de colores, dibujos infantiles en la pared y un silencio inusual... Nada, salvo quizá el uniforme azul del administrativo que saluda al entrar, nos recuerda que estamos en un centro sanitario y, en concreto, en una unidad de oncología pediátrica... No hay batas blancas, ni pijamas, ni la dura luz fluorescente habitual. Niños y adolescentes vestidos con ropa de calle juegan al futbolín o departen tranquilamente con oncólogos y familiares. Sólo la falta de pelo delata su enfermedad. Padres y madres transitan por los pasillos pausadamente y bromean con las enfermeras mientras sus hijos reciben quimioterapia. A pesar del sufrimiento, el ambiente transpira serenidad. ¿El secreto? «Adaptar el hospital al niño y no al revés», afirma Blanca López-Ibor, jefa de este peculiar servicio de Oncología, recién inaugurado en el Hospital Montepríncipe de Madrid. /
Empar Lurbe, jefa del Servicio de Pediatría del Hospital General Universitario de Valencia, tampoco viste bata blanca, sino un uniforme azul y morado. La mesa de su consulta tiene ruedas «para poder apartarla y sentarme al lado de los pacientes, eso genera confianza». Este centro inauguró el pasado mes de febrero un nuevo recinto para sus usuarios más jóvenes que con sus colores y detalles podría pasar perfectamente por una guardería.
«Ese es el propósito, que el niño apenas note que sale de su ambiente habitual. Se trata de crear espacios agradables que no supongan un estrés adicional y de mantener al máximo su vida normal». + info El Mundo
dimarts, 15 de maig del 2007
Hospitales que no lo parecen
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